Mientras, en el back-office, Porib avanzaba a buen ritmo. Casi por casualidad Antonio había descubierto el lugar ideal para establecer la empresa, el Parc Científic de la Universitat de València. El Parc comenzaba entonces a posicionarse como un foco de iniciativas en el ámbito biotecnológico y de la salud, alojando incluso una Asociación de empresas del sector.
La elección iba a proporcionar una ventaja fundamental a Porib, un socio estratégico capaz de cubrir sus carencias en el plano tecnológico. Al fin y al cabo, había que desarrollar software, había que gestionar información, recabarla adecuadamente, analizarla, explotarla. ¿Qué mejor socio estratégico para esto que una entidad con más de 120 ingenieros de primer nivel ubicada a sólo unos metros?
El Instituto de Robótica y Tecnologías de la Información y la Comunicación de la Universitat de València (IRTIC) tenía esa capacidad, esos recursos. Es más, el IRTIC no sólo tenía esa capacidad y recursos, estaba dirigida además por unos responsables con la necesaria visión estratégica para valorar lo que el acuerdo con Porib podía suponer, y para buscar fórmulas de colaboración retribuidas a éxito. Apostaron por Porib.
La alianza estratégica con el IRTIC puso a Porib por delante de la competencia. La competencia de Porib está formada por empresas consultoras en sistemas de información, consultoras que disponen de una evidente capacidad tecnológica. Su carencia está sin embargo en el ámbito de la salud, de manera que estos competidores sólo pueden desarrollar sus productos a instancias de entidades sanitarias, lo cual como ya hemos apuntado sólo ocurre de manera ocasional y sin espíritu de continuidad.
El proceso de desarrollo de producto en Porib es por otra parte minucioso, concienzudo. Comienza por revisar estudios publicados y por hablar con especialistas en la enfermedad en cuestión para definir los indicadores, concretar las recomendaciones para cada nivel del indicador, definir los outputs, etc. Luego hay que pasar a programar un prototipo que se vuelve a chequear con los especialistas.
La aportación económica inicial de los socios no tardó en cualquier caso en evaporarse. La primer ronda de financiación, cuando todavía no estaba clara la viabilidad de la iniciativa, tuvo que recurrir como es habitual en estos casos al entorno próximo y de confianza (amigos, familiares, etc.). Uno de los primeros trabajadores de la empresa quiso participar y se convirtió en socio.